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Mostrando entradas de enero, 2018

¡Detente, instante cotidiano!

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Hay tardes de domingo que huelen a olvido. Se encapotan de abandono gris y terminan anocheciendo en la soledad de quien despide a los invitados con más tristeza que alivio. Ésta era una de esas tardes, podía adivinarse en el gesto de las paredes de la casa, que nos despedía cuando abandonábamos el pueblo. Habitualmente decidimos dónde ir pero esta vez, y aunque estaba en nuestros planes visitar el lugar, casi caímos ahí por casualidad. Nos fuimos acercando con bastante dejadez, como quien lo hace todos los días entre conversaciones banales, bromas y seguramente alguna carcajada. En cuanto alcanzamos la puerta, nos recibieron viejos recuerdos de aquella morada. Sentimientos de antaño que habían sobrevivido al paso del tiempo sobre la cerámica. La puerta invitaba a asomarse dentro para echar un vistazo a lo que había dejado de seguir el ritmo de las manecillas. Un empujón suave y delicado y ahí estaba. El último instante detenido entre una silleta infantil y el reposo de una vi

Un templo entre ruinas y carroña

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Siempre acabamos enredados en algún lugar, como es lógico. Y en esa ocasión no iba a ser diferente, pero la incursión no pudimos hacerla de un solo ataque. -¿Terminamos la sesión? -Sugirió Ralo el día anterior. Y ya estábamos de camino muy temprano. Hasta este lugar ya se habían acercado Ralo y Mial, pero Joanba no había podido asistir por motivos que no competen, y al llegar, nos recibía la torre de la iglesia cubierta de vegetación, testificando el abandono y paso del tiempo. Estaba, sin embargo, en un buen estado de conservación. Las escaleras que dan acceso al coro... precioso rincón para deleitarse. Debemos reconocer que lo sagrado nos llama, se nos cruza en el camino y no podemos evitar una oración: -¡Hostia! ¿Entramos? Entre aquellas paredes se podía uno imaginar la cantidad de fieles que acudirían a los rezos y bajo el suelo, ajado hoy por el paso del tiempo (y es posible que el escaso vandalismo), nos encontramos restos humanos. Apenas una vértebra, pero sa

La soledad es cosa de tres (con Navarra paranormal)

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Cuando en los diarios todavía anunciaban las nuevas entradas al registro civil, nuestra localización hervía de vida. Los mensajes, hoy, emergen con vibrantes colores de sus paredes y, entre inteligibles nombres, las huellas del anfitrión parecen haberse querido quedar para siempre. No, no todos los caminos llevan a Roma. Éso es algo que cada cual va descubriendo con el tiempo, ese verdugo implacable que guillotina torres, derrumba paredes y oxida metales. No todos los caminos, decía, porque en esta ocasión  el camino nos llevó a un convento de clausura deshabitado. Guardando quietud tras la cancela nos esperaba tranquilo, silencioso... -¡Aquí! -Dijo Ralo, que estaba acompañado ya por Mial, desde el patio exterior del edificio cuando llegó Joanba. Las mochilas eran todo el equipaje que llevábamos en aquel nuevo viaje, quizás por ello no cubrieron todas nuestras expectativas en una incursión única. Una vez dentro nos recibía lo que antaño fuera capilla, una e