Había ido para volver pero vino para quedarse
Posiblemente sea demasiado reflexionar, pero si por algo se caracteriza el ser humano es por abrir nuevas vías de exploración, por llegar a cualquier rincón del planeta, por tender puentes que ayuden a la comunicación. Y sin embargo, el puente que nos condujo a la localización que trataremos se pudre, parece rogar una restauración, quizás, para que el lugar no caiga en el olvido. Es un puente colgante a baja altura que da acceso a una senda ascendente llena de maleza. Situación que arrecia o mitiga en función de la época del año, pero afrontamos el pequeño desafío y nos encontramos, casi por sorpresa, ante una majestuosa estructura que todavía se yergue para recibir al visitante más avezado. Es lo que queda de una casa, de un pueblo, de una comunidad... A unos metros, semioculta en la maleza, estaba la iglesia, objetivo principal de la visita, pero no podíamos dejar de entrar en aquel edificio, antaño habitado y vivo. La planta baja eran corrales. Y no nos sorprendió teni