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Mostrando entradas de marzo, 2018

Harina de otro costal

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Sistemáticamente, sentimos la necesidad de salir a hacer fotografías juntos. No es un instinto gregario, pero es lo más parecido a un comportamiento animal. Y fue así como llegamos a la vieja harinera que nos ocupa, tirando de un arcaico sentimiento que no puede reprimir la razón. Ralo propuso la localización a sabiendas de que no nos negaríamos. La pregunta no era dónde sino cuándo, y sin darnos apenas cuenta estábamos burlando vallas, esquivando zarzas y empujando puertas. Sin embargo parecía no dejarse querer. De pronto, un acceso. La adrenalina nos invadió dando paso a la decepción justo un instante después, cuando nos dimos cuenta de que sólo era un garaje sin más continuidad donde apenas hicimos fotos. Una exploración más profunda nos relevó un acceso, esta vez sí, a la nave principal. Allí estábamos, pasándonos los equipos en cadena y escalando como primates ante la posibilidad de retratar aquel lugar. Una vez dentro, se nos presentaban los

La salida más dura (o la ausencia de Mial)

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Largo. Así podría decirse que fue el camino esta vez. Largo pero no tedioso, la impaciencia por llegar era más fuerte que el trámite de desplazarse hasta el lugar y sabíamos que, tarde o temprano, teníamos que acatar las distancias, enfatizadas posiblemente por la ausencia de Mial. Pero siempre existe un por qué. No estábamos demasiado seguros de si el acceso sería pan comido, o si tendríamos que sufrir las inclemencias del terreno. Y aún ahora no podríamos inclinar la balanza con seguridad, así que lo dejaremos en mitad y mitad. No es ya una sorpresa enfrentarse a caminos llenos de barro, así que con toda naturalidad nos dispusimos a llegar a destino. Pero hubo que parar a mitad de trayecto. Sencillamente, la perspectiva general era imponente. Ralo se lanzó a la cámara y acabamos encontrando en ese mismo punto el cementerio. Es obligatorio decir que ya pocas lápidas, y muy rudimentarias, adornaban aquel lugar de descans