Oldschool



Se caía, este viejo colegio se venía abajo a manos de los operarios que manejaban la pesada maquinaria que había hecho guardia de su patio durante muchas y largas noches.
Nosotros no lo sabíamos, y como viene siendo costumbre sonó el teléfono:
-Quedamos a las 10:00.

Mial no podía, otro compromiso copaba su mañana. Así que decidimos ocupar la incursión entre dos. No es lo habitual pero "C'Est la vie".
Fue fácil entrar, una vez dentro del recinto el edificio nos recibió con impertérrita majestuosidad.


Sus ventanas vacías seguían nuestros pasos y decidimos acceder a la planta baja.
¡Oh, hermosa decadencia!



Ralo no dudo en preparar un "cosplay" al tiempo que Joanba preparaba "urbex portraits".


Nada especial teniendo en cuenta que el lugar nos había acogido en una fantástica localización para ello.


Pronto tuvimos visita, una divertida anécdota que nos proporcionará risas durante algún tiempo.



Era el momento de seguir recorriendo las diferentes plantas del edificio. ¿De abajo arriba o de arriba abajo?. Evidentemente de arriba abajo.


Desde lo más alto las vistas no era menos espectaculares que el interior en sí mismo.


Graffittis, ventanas rotas y unas escaleras vertiginosas nos hicieron disparar como si las cámaras  fuesen auténticos kalashnikovs. La bajocubierta parecía llamarnos a gritos, y casi agachados las recorrimos cámara en mano.

Bajando una planta, seminarios y aulas permanecían callados y vacíos atesorando en su silencio el jaleo de los niños que los habían recorrido antaño.


Apenas nos quedaban por explorar sus largos pasillos en busca de más sorpresas, ¡y vaya si las encontramos! Una colmena de abejas en la que se había infiltrado un buen puñado de avispones asiáticos nos hizo pensárnoslo dos veces antes de acercarnos.
Las cocinas y los baños nos esperaban en la última ronda interior, espejos rotos y azulejos mal avenidos se despedían de nosotros.


Decidimos dejar que el interior reflexionase acerca  del derribo que sobrevendría al día siguiente sin que nosotros fuésemos conscientes.



Era hora de irse a comer pero acordamos volver esa misma tarde para aprovechar la falta de luz.



Lo prometido es deuda, Ralo y Joanba volvían a cruzar la verja esta vez acompañados de Mial.
Las excavadoras, como mudos testigos de nuestra presencia, fueron improvisados modelos para unos "lightpaintings", y entre flashes y linternas, parecían desenvolverse estupendamente bien.


Durante todo el día no se había percibido la excesiva calma que a veces achacamos a Ralo, Joanba no había planteado excesivas alternativas y, lógicamente, durante la tarde la impaciencia de Mial no había asomado por ninguna parte. Sin duda, éste era un lugar especial.



Finalizamos la sesión que habíamos dividido en dos tiempos con un alarde de iluminación que devolvía al lugar la grandeza de tiempos pasados, pareciendo querer reflejar el bullicio de vida que lo había abandonado tiempo atrás.



Dejar el recinto no fue tan traumático como saber, al día siguiente, que habían empezado a convertirlo en escombros. Teniendo, por otro lado, la seguridad de haberle brindado la última sesión fotográfica a gran escala. Algo que nos enorgullece enormemente.

Hasta siempre "oldschool".


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