Buscando la ilusión en un baúl
Tras el merecido parón estival y a riesgo de convertir el propio blog en un abandoned nos desperezamos, estiramos los músculos y nos preparamos para seguir explorando.
Fue Ralo quien situó el lugar que nos ocupa en nuestro mapa. Nos hizo saber de su localización y aparecimos allí esa misma tarde con todo el equipo. Nos bajamos de los coches con esa sensación primaria y recurrente de enfrentarse a lo desconocido.
Ralo nos había hecho llegar algunas imágenes de su primer acercamiento. En esas fotos, un baúl enorme se dejaba mirar cerrado y estático y nos había asegurado que no lo había abierto, prefiriendo esperar a que todos estuviéramos presentes, pero es algo que comentaremos luego.
Llegamos con el sol de la tarde, el único acceso que nos permitiría hacer fotografías del interior daba directamente a los viejos corrales,
hoy convertidos en una suerte de bajera del abandono, a juzgar por lo que allí atesoraba, tal como el antiguo bebedero, la carretilla o las cajas de cartón podridas de humedad.
Lo que parecía un aseo no demasiado viejo, una suerte de vestuario con duchas, un chinero con un botijo entre modernos productos...
No tardamos en subir a la planta superior, la verdad, pero en nuestro fuero interno no íbamos excesivamente convencidos así que tiramos de la confianza ciega que entre compañeros nos otorgamos.
Aquel pasillo nos abrió un mundo de posibilidades dándonos acceso a todas las habitaciones, abiertas y dispuestas para ser fotografiadas.
A la izquierda, la cocina. Y en sus estanterías, todavía había botellas componiendo un bodegón. Una naturaleza muerta de cristal y color. Una cocina económica, una vieja cocina de gas y una mesa completaban el mobiliario de aquella estancia. En los cajones descubrimos unas antiguas gafas de conducir, un cartucho de escopeta de cartón y un barniz para cuadros. Parecía claro que habíamos identificado añejas aficiones.
Allí mismo estaba el acceso al sobrado, pero no nos dispusimos a subir a pesar de que la escalera aún estaba colocada.
Justo al otro lado del pasillo una vieja sala, ahora vacía, atesoraba en una esquina una silla en la que nadie quiere ya sentarse, una mesilla que apenas se sostiene en pie y suciedad por doquier.
Desconchada pintura, viruta resultante de la erosión de la madera, polvo y arena.
Un par de dormitorios que el tiempo se ha encargado de ajar nos abrían camino. Los cabeceros todavía soportarán unos años su propio peso, las mesillas permanecerán erguidas y el armario esperará a futuros visitantes con sus puertas abiertas. Pero la ropa de aquellas camas parecía diseñada para el terror. Un simple vistazo era suficiente para saber que allí, nadie pasaría ya la noche.
En el salón aún estaba el sofá o, al menos, lo que quedaba de él. Con un aspecto similar al de las ropas de cama parecía haber ardido mientras aún diera sus últimos coletazos de compañía a los juguetes que nos encontramos en aquel lugar.
Armas, mayormente, que retratamos sobre el recibidor que adornaba el pasillo, una llave de tamaño colosal que nos dejó con sabor de contraluz y libros de texto, obsoletos ya.
Un par más de dormitorios, no menos "creepy" que los anteriores y un trastero lleno de trastos, valga la redundancia, completaron aquel pasillo a falta de la habitación que más deseábamos.
Y llegamos, por fin, al baúl. Una habitación a la que la maleza accedía ya por las ventanas...
y, allí, delante del armario un baúl de un tono azulado hermoso, oxidados ornamentos y vieja cerradura.
Nos preparamos para abrirlo a sabiendas de que dentro, encerradas, estaban nuestras ilusiones... Y dentro... nada, vacío, apenas un par de panfletos, final.
Tuvimos que entretenernos con un viejo retrato que nos encontramos en la zona y resignarnos al vacío de aquel arca.
Pusimos las tapas a los objetivos y abandonamos aquella casa, otrora hogar, con un sabor de boca que nada tenía que ver con la desilusión para terminar de pasar la tarde entretenidos con un pony, hicimos salir corriendo a un perro pastor sin quererlo y terminamos fotografiando alguna puesta de Sol.
Aquel arca, nos había reunido para explorar su interior y quizás fuese mejor que estuviese vacía, pues es de todos conocida la maldición que caerá sobre aquellos que abran, algún día, el arca de la alianza.
Fue Ralo quien situó el lugar que nos ocupa en nuestro mapa. Nos hizo saber de su localización y aparecimos allí esa misma tarde con todo el equipo. Nos bajamos de los coches con esa sensación primaria y recurrente de enfrentarse a lo desconocido.
Ralo nos había hecho llegar algunas imágenes de su primer acercamiento. En esas fotos, un baúl enorme se dejaba mirar cerrado y estático y nos había asegurado que no lo había abierto, prefiriendo esperar a que todos estuviéramos presentes, pero es algo que comentaremos luego.
Llegamos con el sol de la tarde, el único acceso que nos permitiría hacer fotografías del interior daba directamente a los viejos corrales,
hoy convertidos en una suerte de bajera del abandono, a juzgar por lo que allí atesoraba, tal como el antiguo bebedero, la carretilla o las cajas de cartón podridas de humedad.
Lo que parecía un aseo no demasiado viejo, una suerte de vestuario con duchas, un chinero con un botijo entre modernos productos...
No tardamos en subir a la planta superior, la verdad, pero en nuestro fuero interno no íbamos excesivamente convencidos así que tiramos de la confianza ciega que entre compañeros nos otorgamos.
Aquel pasillo nos abrió un mundo de posibilidades dándonos acceso a todas las habitaciones, abiertas y dispuestas para ser fotografiadas.
A la izquierda, la cocina. Y en sus estanterías, todavía había botellas componiendo un bodegón. Una naturaleza muerta de cristal y color. Una cocina económica, una vieja cocina de gas y una mesa completaban el mobiliario de aquella estancia. En los cajones descubrimos unas antiguas gafas de conducir, un cartucho de escopeta de cartón y un barniz para cuadros. Parecía claro que habíamos identificado añejas aficiones.
Allí mismo estaba el acceso al sobrado, pero no nos dispusimos a subir a pesar de que la escalera aún estaba colocada.
Justo al otro lado del pasillo una vieja sala, ahora vacía, atesoraba en una esquina una silla en la que nadie quiere ya sentarse, una mesilla que apenas se sostiene en pie y suciedad por doquier.
Desconchada pintura, viruta resultante de la erosión de la madera, polvo y arena.
Un par de dormitorios que el tiempo se ha encargado de ajar nos abrían camino. Los cabeceros todavía soportarán unos años su propio peso, las mesillas permanecerán erguidas y el armario esperará a futuros visitantes con sus puertas abiertas. Pero la ropa de aquellas camas parecía diseñada para el terror. Un simple vistazo era suficiente para saber que allí, nadie pasaría ya la noche.
En el salón aún estaba el sofá o, al menos, lo que quedaba de él. Con un aspecto similar al de las ropas de cama parecía haber ardido mientras aún diera sus últimos coletazos de compañía a los juguetes que nos encontramos en aquel lugar.
Armas, mayormente, que retratamos sobre el recibidor que adornaba el pasillo, una llave de tamaño colosal que nos dejó con sabor de contraluz y libros de texto, obsoletos ya.
Un par más de dormitorios, no menos "creepy" que los anteriores y un trastero lleno de trastos, valga la redundancia, completaron aquel pasillo a falta de la habitación que más deseábamos.
Y llegamos, por fin, al baúl. Una habitación a la que la maleza accedía ya por las ventanas...
y, allí, delante del armario un baúl de un tono azulado hermoso, oxidados ornamentos y vieja cerradura.
Nos preparamos para abrirlo a sabiendas de que dentro, encerradas, estaban nuestras ilusiones... Y dentro... nada, vacío, apenas un par de panfletos, final.
Tuvimos que entretenernos con un viejo retrato que nos encontramos en la zona y resignarnos al vacío de aquel arca.
Pusimos las tapas a los objetivos y abandonamos aquella casa, otrora hogar, con un sabor de boca que nada tenía que ver con la desilusión para terminar de pasar la tarde entretenidos con un pony, hicimos salir corriendo a un perro pastor sin quererlo y terminamos fotografiando alguna puesta de Sol.
Comentarios
Excelente trabajo.